Los cítricos pueden crecer alrededor del mundo desde el ecuador hasta latitudes cerca de los 40° de latitud norte y sur. En esta amplia franja de distinguen dos zonas: a) la zona tropical, ubicada entre los 0° y 23,5° de latitud Norte y sur, y la zona subtropical, entre los 23,5° y 40° de latitud norte y sur.
La zona tropical se caracteriza por presentar temperaturas uniformes durante todo el año, con poca oscilación térmica entre el día y la noche, especialmente en regiones de baja altitud sobre el nivel del mar, con temperaturas promedio entre 20 y 30°C.
En estas condiciones, las naranjas y mandarinas producen frutos que se desarrollan y maduran más rápido, pero con menor calidad organoléptica que en la franja subtropical, porque la tasa de respiración es mayor, disminuyendo la fotosíntesis neta y en consecuencia, la concentración de azúcares. También afecta la calidad externa de la fruta al disminuir la conversión del color, un proceso natural que es controlado genéticamente, pero que es influenciado por las condiciones ambientales.
En la zona tropical, se producen cítricos con buena calidad de fruta en regiones con altas temperaturas durante el día, y bajas temperaturas durante la noche.
En el trópico también existen regiones con temperaturas promedio inferiores a 12,5 °C, que son limitantes para el crecimiento vegetativo del árbol.
En Venezuela, se reúnen condiciones para la producción de naranjas y mandarinas de buena calidad de fruta, en los Valles Altos de los estados Carabobo y Yaracuy. En el estado Miranda, en Araira y su zona de influencia, dedicada exclusivamente al cultivo de mandarinas. Al Oriente del país en la zona de Caripe, estado Monagas; y al occidente del país en la zona de Curimagua, edo. Falcón, se producen variedades de naranjas dulces seleccionadas localmente y denominadas “criollas”. Todas estas zonas se ubican en altitudes similares, entre los 300 y 1200 msnm, con la mayor parte comprendidas entre los 600 y 900 msnm. También se producen naranjas y/o mandarinas en Táchira, Trujillo, Mérida, y Sucre. La fruta de mejor calidad se cosecha en la época comprendida entre noviembre y febrero cuando las temperaturas nocturnas son menores (invierno en el hemisferio norte), debido a una menor tasa de respiración nocturna. Todo esto por supuesto, en el entendido que las variables de manejo agronómico (riego y fertilización balanceada con nitrógeno, fósforo y potasio) satisfacen los requerimientos del cultivo. Por lo general, la realización oportuna de estas prácticas mejora la calidad del fruto antes de la cosecha y también en postcosecha.
Por otra parte, los cítricos ácidos como las limas, los limones y los grapefruits, se pueden producir en la mayor parte del país, y se adaptan bien cuando se cultivan en zonas bajas, incluso por debajo de los 400 msnm. En algunas de estas zonas, también se producen en menor proporción, naranjas y mandarinas, aunque la calidad del fruto es inferior a la producida en las zonas elevadas de montañas.
Como hemos visto, se conoce de manera relativa algunos factores ambientales que regulan el desarrollo de la planta y del fruto. En las regiones subtropicales, el principal factor que promueve los cambios fisiológicos en los cítricos, está asociado a los cambios de temperatura a lo largo de las estaciones del año. En los trópicos, el principal factor que condiciona estos cambios, es el régimen hídrico.
En las condiciones de Venezuela donde se cultivan cítricos, tenemos que producir más información sobre las variables ecofisiológicas que inciden en la fenología y el desarrollo de frutas de calidad, sobre todo en las actuales circunstancias en las que se observan grandes variaciones en el clima a escala global, y las condiciones meteorológicas a escala más detallada.
El surgimiento de una nueva citricultura como consecuencia de los daños causados por el HLB en el país, que incorpora nuevos portainjertos con tolerancia a la enfermedad, se beneficiará del valor agregado que aporten los estudios en ecofisiología en los agroecosistemas tradicionales considerando los nuevos portainjertos, para la aplicación de manejo agronómico con más impacto en la relación beneficio: costo, tanto para mitigar el impacto directo del HLB en rendimiento, como para mejorar la calidad de la cosecha.